PUNTADAS HISTÓRICAS (C.7): LA MANUEL RAMIREZ DE ANDRÉS SEGOVIA Y LOS TALLERES ARTESANOS



Manuel Ramírez (1912)

Corría el año 1913 cuando el joven Andrés Segovia acudió al taller de Manuel Ramírez, en la calle Arlabán, con la intención de conseguir una guitarra de calidad para un concierto que tenía comprometido en el Ateneo de Madrid. Su entrada en la guitarrería de Manuel debió ser impactante, tanto por su vestimenta –chaleco de terciopelo negro cruzado hasta el cuello con botonadura de plata, pantalones a rayas, zapatos de charol negro con grandes hebillas; se cubría con una chalina de abundantes cascadas, y portaba además unas gafas redondas, un sombrero  negro de alas anchas, y un bastón— como por su insólita petición de alquilar una guitarra, ya que no disponía de medios para comprar una. Segovia relata esta visita con las siguientes palabras:

“Entré en la tienda de Ramírez y cuando éste me echó la vista encima, no pudo reprimir una risa burlona, pronta a estallar en carcajada. Su sorpresa no llegó, sin embargo, a ese final explosivo; buscaba las disgresiones más divertidas y sutiles de la “guasa fina”. “¿Qué se le ofrece a usted, caballero?”, me interrogó con solicitud demasiado marcada. “¿Puedo servirle en algo? Será usted atendido con la diligencia y el esmero que merece”. Yo estaba en ascuas. Mirándole fijamente le contesté: “Me llamo Andrés Segovia, soy guitarrista y amigos comunes de Córdoba me recomiendan a usted”. Sin apartar la sonrisa, pero moderando su expresión burlona, me dijo alargándome la mano: “Hasta esta casa han llegado ecos de su nombre. Parece que Sevilla entera se echó a la calle el año pasado para ir a oírle”. Estas palabras me trajeron el recuerdo del escaso público que había asistido en Sevilla a mis últimos conciertos, en contraste con los llenos de la temporada anterior, y me puse colorado como un tomate. Recelando, además, que Ramírez exagerase adrede sus lisonjas, aparenté no haberlas oído y continué: “He llegado a Madrid hace pocos días y me propongo dar pronto una audición en el Ateneo. La guitarra que poseo, Sr. Ramírez, no responde a lo que exijo de ella. Yo desearía que me concediese usted la mejor de que dispusiera actualmente. Ni qué decir tiene que creo muy razonable el que fije usted un estipendio moderado por esa especie de alquiler, a usanza de las tiendas de música cuando ceden pianos de concierto; estoy dispuesto, si usted lo reclama, a satisfacerlo por adelantado. Además, si la guitarra probada con éxito es enteramente de mi agrado, le propondré a usted que me la venda. Cuento con hallarme pronto en condiciones de adquirirla, si las ilusiones que traigo a Madrid no se vuelven desencanto al tocar la realidad”. Ramírez pareció escuchar mi tirada con agrado y hasta juraría que se olvidó de mi aspecto. Me miró con simpatía y, batiendo con su poderosa mandíbula inferior una risa cuya espuma le asomaba por la comisura de los labios, exclamó: “¡Caray! No está mal la propuesta. Hasta hoy nadie me ha pedido una cosa igual. Si se alquilan pianos Erard, Pleyel, etc. para celebrar conciertos, ¿por qué no se han de alquilar guitarras Ramírez?”. Y abriendo la portezuela del mostrador, me invitó a entrar en el taller. Trabajaban allí sus mejores oficiales, al frente de los cuales estaba el meritísimo Santos Hernández. Ramírez le ordenó que bajara una de las mejores guitarras y me la entregó. ” (1)

Se trataba de una guitarra que originalmente fue construida con siete cuerdas,  por encargo de un gran guitarrista de la época, Manjón, pero que por desacuerdos entre el artista y el luthier, éste decidió no vendérsela e hizo las modificaciones precisas para convertirla en una guitarra de seis cuerdas.

Continúa Segovia contando el desarrollo de su visita. Estaba en la tienda José del Hierro,  catedrático de violín del Real Conservatorio Superior, quien fue testigo, del  enamoramiento instantáneo de Segovia por aquella guitarra, por la belleza de sus curvas, su color, la armonía de sus formas. Estuvo tocándola durante un largo rato, y comprendió que esa era la guitarra que habría de ayudarle a cumplir con su destino artístico. Y cuando terminó su recital, tanto José del Hierro como Manuel Ramírez, se quedaron impresionados con lo que habían escuchado. Tanto fue así, que del Hierro quiso convencerle de que dejara la guitarra y se pasara al violín, con las siguientes palabras: “¡Bravo muchacho! Me gusta tu temperamento, tu facilidad técnica. Lástima que esas cualidades queden estériles en la isla tan pequeñita que es la guitarra. Bella, si quieres, pero solitaria e inculta, en donde ningún talento busca patria y a donde vas tú a desterrar el que Dios te ha dado. ¿Quieres variar de instrumento? Aún eres joven… El violín te hará famoso”. Pero Segovia tenía claro que su pasión era la guitarra, y con respeto y gran emoción, le dijo: “Gracias, maestro. Temo que sea tarde para pasarme a otro instrumento. Además, le aseguro que no podría traicionar a mi guitarra. Ella me necesita, el violín no. Compare usted el linaje de ambos instrumentos y adivinará lo que quero decir. Si músicos de mediano talento como un Merula o un Fontana no hubieran, hace siglos, aplicado su amor y su trabajo al violín, éste no sería hoy el príncipe de los instrumentos de arco. “(2)

Fue entonces cuando Manuel se adelantó a la petición de Segovia, que ya se leía en sus ojos, y le dijo: “¡Tuya es la guitarra, joven! Llévala contigo mundo adelante y que tu trabajo la haga fértil… Por lo demás no te apures; págamela sin dinero”.

El día 6 de mayo de 1913 Segovia dio su concierto en el Ateneo de Madrid con la guitarra de Manuel Ramírez, quien por supuesto asistió al evento para disfrutar de la belleza de su obra en manos de un artista de tan gran talento. Y pasados unos días, a la vista de que Segovia no volvió a visitarle, le envió recado para invitarle de nuevo a que acudiera a su taller. Cuenta Segovia que eso le despertó un gran temor, creyendo que al guitarrero no le había gustado el concierto y querría recuperar su guitarra, así que fue a verle, para llevarse la grata sorpresa de escuchar las siguientes palabras del luthier: “¡Qué pujanza! ¡Qué apasionamiento! Me conmovió sentir cómo se transformaban en bella música las cuatro tablas que yo había juntado, y nunca estuve tan ufano del resultado milagroso de mi trabajo. Al ver el entusiasmo del público, tuve ganas de gritar: Dirijan algunas palmas hacia este lado, que también tengo derecho a participar un poquitín del éxito; si no fuera por mí, de seguro que os costaría más trabajo escuchar a este joven artista y no os parecería la música tan clara y bien cantada. A la mañana siguiente felicité a mis oficiales, sobre todo a éste que es el más taciturno –dijo señalando a Santos Hernández—y que más asiduamente colabora conmigo” (3)

He querido empezar este escrito con las palabras de Andrés Segovia, narrando su encuentro con mi tío bisabuelo Manuel, con el fin de entrar en un terreno sembrado de confusiones. (4)

Algunas personas afirman que la legendaria guitarra a la que estoy haciendo referencia, fue obra de Santos Hernández. Incluso ha habido quien directamente ha sacado a Manuel Ramírez de la ecuación, diciendo que dicha guitarra era de Santos Hernández, sin más referencias a su maestro, quien además era su patrón en el momento histórico en que se desarrollaron estos acontecimientos. Eso denota el desconocimiento acerca del funcionamiento de los talleres artesanos, y da lugar a interpretaciones erradas que bien está aclarar y corregir.

Tras la muerte de Manuel Ramirez, Santos Hernández continuó trabajando en su taller para la viuda de su maestro, hasta que en 1920 se estableció por su cuenta. Y un tiempo después, en 1922,  Segovia le llevó su guitarra para que la reparara. Y Santos, afirmando que él había construido esa guitarra, quiso sustituir la etiqueta de Manuel por una suya, a lo que Segovia se negó, y a lo más le permitió que pusiera una etiqueta suya al lado de la de Manuel, en la que se hacía responsable de su reparación. J.A. Pérez-Bustamante de Monasterio cuenta esta anécdota con las siguientes palabras: “Transcurridos algunos años desde que Ramírez obsequiase a Andrés Segovia con la antes aludida guitarra, el instrumento precisó de alguna reparación menor, y el maestro recabó los servicios del gran constructor Santos Hernández para realizar la oportuna reparación. Al ver la guitarra, Santos Hernández le explicó a Andrés Segovia que aunque aquella guitarra llevase la etiqueta de Ramírez, el verdadero constructor había sido él mismo, que trabajaba a la sazón como oficial guitarrero en la casa Ramírez. Por tal motivo, le rogó Santos a Segovia que le autorizase para remover la etiqueta original y colocar la suya propia como Santos Hernández, que desde hacía algunos años se había establecido por su cuenta en la madrileña calle de la Aduana. Segovia quedó sorprendido ante tan curiosa explicación y tan conflictiva reivindicación, y rechazó la pretensión de Santos de cambiar la etiqueta, si bien le autorizó a que escribiese sobre la etiqueta original: “Reparada por Santos Hernández”, sugerencia que el guitarrero, finalmente, aceptó a regañadientes”(5) Pero no voy a entrar en debatir quién hizo la guitarra en cuestión, porque queda totalmente fuera de lugar, por lo que vamos a ver a continuación. Lo cierto es que Segovia, no sólo por ser conocedor de este hecho, sino por su lealtad y gratitud a Manuel, no permitió que su etiqueta fuera sustituida.

Ya hemos leído lo que nos cuenta Segovia, que el propio Manuel, al día siguiente del concierto del Ateneo, hablaba de lo orgulloso que se sentía de su trabajo al ver cómo esas cuatro tablas que él había juntado se transformaban en bella música, lo cual es una declaración abierta de su autoría de dicha guitarra. Pero aún en el supuesto caso de que él no hubiera juntado esas “cuatro tablas” con sus propias manos, de lo que no cabe duda es de que el trabajo se había hecho en su taller, con sus plantillas, sus diseños, sus materiales, sus directrices, su supervisión, y era fruto de sus conocimientos… y la responsabilidad del resultado final de la obra era de él, el maestro, el patrón, el propietario del taller, cuya experiencia e investigaciones eran los fundamentos de cuanto sus ayudantes aprendieron de él. Como sucede en todos los talleres donde hay aprendices y oficiales, cuya función es ayudar al maestro a realizar su obra. En eso consiste tener aprendices y oficiales. Y así es como seguimos trabajando en la actualidad.

El funcionamiento de los talleres de guitarras tradicionales siempre se ha regido por esas normas. Las cuales son bien lógicas si nos paramos a pensar un momento. Y no sólo es así en los talleres de guitarras, sino en los estudios de arquitectura, y en los estudios de algunos de los grandes artistas, por ej., del Renacimiento.  De modo que atribuir la autoría de una guitarra a uno de los empleados de un taller, sería equivalente a decir que el Pórtico de la Gloria no fue obra del maestro Mateo, sino de sus colaboradores que trabajaban en su obradoiro, o que la Sagrada Familia en realidad no es obra de Gaudí, sino de sus empleados. El maestro hace el proyecto, dirige su elaboración, supervisa el proceso,  y finalmente lo firma, y si algo va mal en la construcción la responsabilidad recae sobre él, al igual que también recae la gloria si su obra la merece.


Quizá el ejemplo de los artistas del Renacimiento a que hago referencia, guarde aún más paralelismo con los talleres de guitarras artesanos, puesto que en el estudio del maestro trabajaban sus asistentes, que habían aprendido en su escuela y le ayudaban a realizar su obra, siempre supervisada por él, siempre proyectada por él, con sus técnicas, con su sentido del color, de la luz, utilizando sus materiales, sus pigmentos, sus fórmulas… Nadie pone en duda la validez y la legitimidad de la firma del maestro en su obra, como era el caso de El Greco, que dado el gran volumen de encargos que recibía, un importante número de sus obras se producía en su taller por ayudantes que, bajo su dirección, seguían sus bocetos.

Manuel Ramírez también tenía una elevada cantidad de encargos, por lo que asimismo en su taller contaba con el trabajo de sus ayudantes. Era, además, el luthier del Real Conservatorio de Madrid, lo que seguramente suponía una considerable cantidad de trabajo añadido. En cualquier caso, siguió la misma escuela de su hermano y maestro José, que contaba con varios oficiales y aprendices, tradición que seguimos también sus descendientes, siendo mi padre, José Ramírez III, el que mayor número de asistentes llegó a tener para responder a la elevada demanda de sus guitarras.

Con frecuencia recibo correos solicitando información sobre oficiales de mi padre, José Ramírez III, cuyas iniciales –posteriormente sustituidas por números—aparecen estampadas en el interior de sus guitarras. Reconozco que hay un toque de romanticismo en el orgullo de poseer  una guitarra con unas iniciales concretas que asocian a instrumentos que fueron empleados por Andrés Segovia, tal vez pensando que por ser el mismo oficial la guitarra tiene que sonar igual, pero eso también es un error.

Construimos nuestras guitarras normalmente en tareas de a 4, según nuestra tradición. La razón es porque, en muchas de las operaciones, cuando se ha terminado de encolar la cuarta guitarra, la primera ya está seca, aunque hay operaciones de encolado, como las cenefas, que necesitan reposar de un día para otro. Pero es así como trabajamos. Lo cierto es que, habiendo sido las cuatro guitarras construidas por el mismo oficial, empleando los mismos materiales (incluso maderas del mismo árbol), cada guitarra es diferente. Todas tienen el timbre característico nuestro,  pero todas tienen matices distintos, ya sea en potencia o en colorido. Y a veces sucede que una destaca sensiblemente entre sus hermanas. Nadie sabe por qué. Pero es así.

Es importante tener en cuenta que los empleados que entran a trabajar en nuestro taller, al igual que en los talleres de mis antepasados, son admitidos por su destreza y su habilidad manual. Empiezan como aprendices, y llegan a la categoría de oficial de 2ª, y posteriormente a la de oficial de 1ª, tras pasar unos exámenes que demuestren que están a la altura de alcanzar ese grado. Para ellos es  un orgullo superar esas pruebas, fruto de su interés y esfuerzo durante el aprendizaje del oficio en nuestro taller, y así es como entran a participar de nuestra historia. Y esto forma parte del funcionamiento de los talleres artesanos tradicionales. Así que no pretendo quitarles mérito alguno por su trabajo, pero si dejar claro que ellos están realizando la obra del maestro, no la suya propia. De hecho, y al igual el propio Manuel Ramírez felicitó a sus ayudantes tras el concierto de Segovia en el Ateneo, cada vez que recibo una alabanza hacia una de nuestras guitarras, se lo transmito a mis colaboradores para que se sientan orgullosos de su labor.

Ciertamente, cuando alguno de estos oficiales se va de nuestro taller para instalarse por su cuenta, entonces es él quien desarrolla sus plantillas, sus diseños, y es el responsable de sus obras, y si llega a tener aprendices y oficiales a su cargo, estos le ayudarán a realizar su trabajo al igual que hizo él con su maestro y patrón.

También se dan otras situaciones, como reunirse varios guitarreros en un mismo local, pero de forma que cada uno es independiente, con su propia obra, plantillas, diseños, etc., con lo cual es totalmente legítimo que cada cual firme sus guitarras, puesto que no hay un patrón, sino una suerte de asociación para compartir un espacio, y sin interferencias entre ellos.

Hace poco le presté a un guitarrista amigo, una guitarra hecha por mí en el año 97, mientras reparábamos su guitarra, y como tenía comprometidos varios conciertos y una grabación que realizar, no quería utilizar otro instrumento que no fuera Ramírez. Asimismo, como no disponíamos de ninguna otra guitarra que dejarle en sustitución temporal, le presté la mía, que guardo habitualmente en nuestra colección. Se trata de una guitarra clásica con palosanto de India en aros y fondo, y con tapa de pino. Lo cierto es que el concertista se entusiasmó con el sonido de mi guitarra, con su dulzura, su calidez, su equilibrio, y decía que era la mejor guitarra que había tocado, recordándole a las que utilizaba Segovia. Claro que me siento muy halagada de que una guitarra hecha con mis propias manos arranque tantas alabanzas, pero también sé que mi único mérito  es haberla construido bien, pues la calidad de su sonido se la debo a los conocimientos transmitidos por mis maestros: mi padre y mi hermano (en ese año mi hermano era el maestro, el patrón, pues nuestro padre había fallecido), y al azar de la musicalidad de sus maderas, y siempre a esa parte misteriosa que no sabemos de dónde emerge para hacer que una guitarra tenga una magia especial. Una hermana de esa guitarra, también con un bello sonido, tenía una nota lobo que su propietario estuvo trabajando pacientemente hasta casi hacerla desaparecer. Pero la realidad es que nació con ella. No sé cómo habrá seguido evolucionando esa guitarra, pero sin duda era muy diferente a su hermana. También es cierto que, haber sido construida por unas manos Ramírez, le añade un valor especial, no lo niego, puesto que el reconocimiento de la calidad del trabajo de quien en algún momento dirigirá el taller le respalda. Cuando construí mis primeras guitarras, todas flamencas, mi padre, que en aquél momento era el maestro, se quedó con dos, una para mi madre y la otra para la colección, y las demás las vendió, y me dijo que un guitarrero no podía considerarse como tal hasta que no vendiera su primera guitarra. Y si la vendía era porque a alguien le había gustado lo bastante como para comprarla. Y todas, con la excepción de las dos que guardó, fueron firmadas por él, mi padre, mi maestro y mi patrón.

En la actualidad, mis oficiales y aprendices realizan su trabajo basándose en una experiencia que les ha sido transmitida, de forma ininterrumpida, desde mi bisabuelo, con todas las innovaciones y cambios que se han ido realizando a lo largo del tiempo. Y también aplican mis investigaciones, modificaciones y diseños, siguiendo mis instrucciones. Es mi aportación a esa entidad viva que es nuestra empresa. Yo superviso el trabajo, y firmo las etiquetas asumiendo con ello toda responsabilidad sobre la perfección en la construcción de mis guitarras. Como ha sido siempre.

Manuel Ramírez fue un gran guitarrero, reconocido mundialmente como tal, y sin duda un maestro exigente que hizo que sus discípulos aprendieran la excelencia de lo bien hecho sacando lo mejor de sí mismos. Así fue cómo de su taller salieron a su vez grandes guitarreros que también alcanzaron un merecido prestigio cuando se instalaron por cuenta propia. Pero mientras trabajaron en el taller de Manuel, el producto de su trabajo era la obra de su maestro  y patrono. De hecho, solamente uno se quiso atribuir la autoría de una guitarra salida del taller de Manuel, y seguramente porque esa guitarra pertenecía, nada menos, que a Andrés Segovia. Me pregunto cómo se sentiría Manuel al saber que aquél a quien tan noblemente se refirió como su más asiduo colaborador, quiso borrar su mérito sustituyendo la etiqueta que avalaba su obra. Seguramente, por el poderoso y explosivo carácter que me consta que tenía Manuel, nadie se habría atrevido ni siquiera a insinuar tal cosa estando él vivo. Y también me pregunto cómo se sentiría al saber que su guitarra actualmente  se encuentra en el Metropolitan Museum de Nueva York, con instrucciones precisas, cuando fue cedida,  de que no debe ser tocada por nadie. Andrés Segovia correspondió, con creces, al generoso gesto de Manuel Ramírez  llevándola, como le dijo el luthier, mundo adelante y haciéndola fértil con su trabajo, y obedeciendo a sus palabras, se la pagó sin dinero, y se la pagó muy bien pagada.

Otra satisfacción para Manuel seguramente sería saber que su guitarra sirvió como modelo a Hermann Hauser para construir la guitarra que más tarde sustituyó a la suya en manos de Segovia. Mi padre, Ramírez III, en su libro se refiere a este instrumento que, en la actualidad, acompaña también a la de Manuel en el Metropolitan Museum de Nueva York, con idénticas instrucciones de que no puede ser tocada por nadie. Y lo cuenta así: “Por medio del Dr. Rubio conseguí una entrevista privada con Segovia, y allí fui yo, con mi última guitarra en la que tenía muy poca confianza, y con la intención de conocer la guitarra de Hauser, de la que me había hablado mi padre por haberla escuchado años antes y que, en su opinión, sonaba bien pero «tenía acento alemán». Conocía yo la historia de este instrumento y sabía que Hauser, prestigioso luthier alemán, le había presentado una guitarra a finales de los años 20 o principios de los 30, que no agradó al maestro en el aspecto sonido, pero sí le gustó mucho lo bien hecha que estaba, por lo que le animó a seguir trabajando· para perfeccionar el sonido.  Fue entonces cuando Hauser pidió a Segovia que le dejara estudiar la guitarra de Manuel Ramírez, a lo que accedió con gusto. Durante horas Hauser tomó toda clase de medidas y anotaciones sobre aquel instrumento, y en los años sucesivos, cada vez que Segovia iba a Alemania, que creo lo hacía todos los años, le presentaba una nueva guitarra que cada vez se acercaba más a superar a la de mi tío Manuel, hasta que por fin, y esto debió ocurrir entre los años 1934 y 1937, puso en manos del maestro el instrumento que utilizaría durante más de 25 años de su vida artística. El mismo Segovia me relató que, al probar esta guitarra le sorprendió el sonido. Entonces recurrió a la ayuda de su segunda esposa que viajaba con él, poseedora, como magnífica pianista, de un oído extraordinario, para que a la distancia máxima que permitían las habitaciones del hotel, le diera su opinión, que fue totalmente favorable, lo que le hizo decidir dar el concierto que era al día siguiente, con el nuevo instrumento y continuar con él por muchos años.”

Es sin duda un honor para nosotros que Segovia haya empezado y terminado su carrera tocando guitarras Ramírez. Según sus propias palabras “He tenido sólo tres guitarras, equivalente al número de mis matrimonios, que han permanecido más tiempo en actividad durante mi vida. Una del viejo Ramírez en 1913, otra de Herman Hauser en 1937 y ahora una de Ignacio Fleta. He flirteado con otras varias construidas por José Ramírez y, como decía un irónico escritor inglés, la diferencia entre un capricho y una pasión eterna es que el capricho suele durar más tiempo… lo que quiere decir que en las guitarras del Ramírez actual he hallado con placer cualidades permanentes”. Y López Poveda concluye diciendo que “Andrés Segovia consideraba a Hermann Hauser, Ignacio Fleta y José Ramírez los mejores luthiers del mundo”.(6)




NOTAS:

Las notas 1, 2, 3, 4 y 6, pertenecen a la obra “Andrés Segovia: vida y obra” de Alberto López Poveda, la máxima autoridad sobre Segovia, creador de la Fundación Andrés Segovia de Linares,  y quien fue su leal amigo, desinteresado guardián de la memoria del artista.


La nota 5 pertenece al libro “Tras la Huella de Segovia” de J.A. Pérez-Bustamante de Monasterio.

Agradecemos al Metropolitan Museum of Art de Nueva York por facilitarnos las fotogragías sobre el instrumento.





Imágenes cedidas por el MET

Fotografía con la etiqueta de Santos Hernández de su puño y letra que indica
que reparó la guitarra de su maestro Manuel Ramírez


Audio de Andrés Segovia hablando de la guitarra Manuel Ramírez
Viñeta Summers sobre la historia de Andrés Segovia y Manuel Ramírez

HISTORICAL HINTS (C.7): ANDRÉS SEGOVIA’S MANUEL RAMÍREZ GUITAR AND THE ARTISAN WORKSHOP



Manuel Ramírez (1912)

It was 1913 when the young Andrés Segovia went to Manuel Ramírez’s workshop in Arlabán Street; his intention was to get a high quality guitar for a concert he had agreed to give in the Ateneo of Madrid. His entrance in the guitar shop should have been impressive due to his clothing – a black velvet waistcoat crossed to the neck with silver buttons, striped trousers, black patent leather shoes with big buckles, he covered himself with a scarf with generous flounces and he was also wearing round glasses, a wide-brimmed black hat and a walking stick – as well as for his unusual request to rent a guitar, since he could not afford to buy one. Segovia tells the story of his visit with the following words:

“I went into Ramirez’s shop and when he glanced up at me, he was unable to hold back a mocking giggle about to burst into laughter. Nevertheless, his surprise did not come to that explosive end; he searched for the funniest and most ingenious digressions of a ‘subtle joke’. “What would you like, Mister?” he asked me with an excessively pronounced courtesy. “How can I help you? You will be treated with the diligence and care you deserve”. I was on tenterhooks. Staring at him I answered: “My name is Andrés Segovia, I am a guitarist and some mutual friends from Cordoba recommended me to you, Sir”. He did not take his smile off me but he moderated his mocking countenance and he said reaching out his hand: “The echoes of your name have reached this house. It seems that the whole Seville took to the streets the last year to listen to you”. These words brought back memories of the scarce audience my last concert in Seville had had, in contrast to the crowded concerts I’d had the previous season and I blushed. Besides, I begun to be suspicious that Ramírez was excessively flattering me, so I continued as if I was not listening: “I have arrived to Madrid a few days ago and I intend to give an audition in the Ateneo soon. Mr. Ramírez, the guitar I have does not satisfy my requirements. I would like that you allowed me to use the best guitar you have at the moment. It goes without saying that I believe reasonable that you shall stipulate a reasonable allowance for this kind of lease; the way it is done in music shops when they cede concert pianos; I am willing, if you want to pay in advance. Furthermore, if the guitar successfully tried is completely to my liking I will ask you to sell it to me. I will soon be able to purchase it, if the illusions I bring to Madrid do not turn into disenchantment when I touch the crude reality”. Ramírez appeared to be hearing my speech with pleasure. I would even swear that he forgot my appearance. He gave me a friendly look and he beat his powerful lower jaw and guffawing with foam at the corner of the mouth he exclaimed: “Good heavens! The proposal is pretty good. So far nobody has asked me such a thing. If Erard, Pleyel pianos and so on are rented to celebrate concerts, why not rent Ramírez guitars?” And opening the little door of the counter, he invited me into the workshop. His best officials worked there, headed by the most worthy Santos Hernández. Ramírez asked him to bring me down one of his best guitars and he handed it to me. (1)

It was a guitar originally built with seven strings at the request of a great guitarist of the time, Manjón. The luthier decided not to sell it to him due to some disagreements between him and the artist, so he carried out the necessary changes to turn it into a six-string guitar.

Segovia continues narrating the progress of his visit. José Hierro, professor of violin in the Real Conservatorio Superior, was in the shop; he was a witness of the instant crush of Segovia for that guitar, for the beauty of its curves, its color, the harmony of its shapes. He was playing it for a long time, and he understood that this was the guitar that would help him to fulfill his artistic destiny. When he finished his recital, José del Hierro as well as Manuel Ramírez were impressed with the music they had heard. So much so, that del Hierro wanted to convince him to stop playing the guitar and switched to the violin; he said the following words: “Bravo young man! I like your temperament, your technical ease. It’s a pity that these qualities are fruitless in such a small island as the guitar. Beautiful, if you want, but it is lonely and uncultured, where no talent seeks for home and where you are going to banish the one with which God has gifted you. Do you want to switch instrument? You are still young… The violin will make you famous”. But Segovia was clear that his passion was the guitar and with respect and great emotion, he said: “Thank you maestro. I fear it may be too late to switch to another instrument. Besides, I assure you that I could not betray my guitar. She needs me, the violin doesn’t. Compare for yourself the lineage of both instruments and you will guess what I want to say. If moderately talented musicians such as Merula or Fontana hadn’t devoted their love and work to the violin centuries ago, nowadays it wouldn’t be the prince of bowed string instruments”. (2)

It was at that moment when Manuel anticipated Segovia’s petition, which could be already read in his eyes and said him: “The guitar is yours, young man! Take it with you around the world and may your work make it fertile… On the other hand don’t worry; pay it to me with no money”.

The 6th May 1913 Segovia gave his concert in the Ateneo of Madrid with Manuel Ramírez’s guitar, who, of course attended the event to enjoy the beauty of his work in the hands of a great talented artist. After some days, seeing that Segovia didn’t come to visit him, he sent him a message inviting him to come back to his workshop. Segovia tells that this caused him great fear as he thought the guitar maker hadn’t like the concert and he would want to recover his guitar; but he was pleasantly surprised to listen to the following words from the luthier: “What a power! How passionate! I was profoundly moved to feel how the four woods I had put together were transformed into beautiful music, and I had never been so proud of the miraculous result of my work. When I saw the enthusiasm of the audience I was about to shout: Address some of your applause to this side, I also have the right to participate a little in this success; if it were not for me, I’m sure it would be harder for you to listen to this young artist and his music would not seem to be so clear and sung in such a nice way. The next morning I congratulated my officials, especially the most taciturn one – he said pointing to Santos Hernández – who collaborates assiduously with me”(3).

I wanted to start this paper with Andrés Segovia’s words, narrating his encounter with my uncle great-grandfather Manuel, because I want to go into a ground sowed with confusion. (4)
Some people claim that the legendary guitar I’m talking about was created by Santos Hernández. There has been even people that has drawn Manuel Ramírez out of the game and say that the aforementioned guitar was Santos Hernández’s, without reference to his master, which was, moreover, his employer at the historical moment in which all these events took place. This is very short-sighted about the way artisan workshops work, and results in misinterpretations that it is right that we should clarify and correct.

After the death of Manuel Ramírez, Santos Hernández continued working in his workshop for the widow of his master, until 1920, the year when he set up on his own. Some time later, in 1922, Segovia took him his guitar for him to repair it. And Santos, assuring that he had constructed this guitar, tried to replace Manuel’s label with his own; Segovia refused to do this and at the most he allowed him to put his label next to Manuel’s; doing this he held the responsibility of the repair. J. A. Pérez-Bustamante de Monasterio tells this anecdote with the following words: “Several years had passed since Ramírez had given away the aforementioned guitar to Andrés Segovia, the instrument needed some minor repair, and the master sought the services of the great constructor Santos Hernández to carry out the adequate reparation. When he saw the guitar, Santos Hernández explained Andrés Segovia that although that guitar had Manuel Ramírez’s label, the true constructor had been him, that at the time worked as guitar maker official in Ramírez’s firm. That was the reason why Santos begged Segovia to authorize him to remove the original label and place his own one as Santos Hernández; he said that some years before he had established on his own account in the Aduana Street in Madrid. Segovia was shocked by such a curious explanation and such a controversial vindication, and he refused Santos’ pretention to change the label, but he authorized him to write in the original label: “Repaired by Santos Hernández”, suggestion that the guitar maker finally accepted reluctantly” (5). But I am not going to discuss who made the guitar at issue, because it is completely out of place, the facts we are going to see bellow will show why. The truth is that Segovia did not allow the original label to be removed, not only because of his loyalty and gratitude to Manuel, but also because he knew the way guitar maker workshops worked at the time, their structure required a master, but also officials and apprentices; he states this in a letter addressed to my father that appear in his book Things About the Guitar p. 221 of its new edition “Ramírez has given rest to his constructor hands and, surrounded by excellent workers, he has devoted himself to manage, supervise, modify and correct the work, increasingly efficient of his workshop” (7).

We have also read what Segovia tells us about Manuel himself, that the day after the pieces of wood he had put together were transformed into beautiful music; this is an open declaration of his authorship of the aforementioned guitar. But even in the event he hadn’t put together these ‘four pieces of wood’ with his own hands, there is not the least doubt that the work had been done in his workshop, with his stencils, his designs, his materials, his directions, his supervision, and was the result of his knowledge… and the responsibility of the final result of the work was his, the master, the patron, the owner of the workshop, whose experience and investigations were the foundations of everything his helpers learned from him. That happens in every workshop where there are apprentices and officials whose function is to help the master to carry out his work. This is what having apprentices and officials means. And this is the way we still work nowadays.

Traditional guitar workshops have always been governed by these rules. They are quite logical if we stop and think for just one moment. And this is not only true in guitar workshops but also in architecture studies, and in the studies of some of the greatest artists, for example in the Renaissance. So that attributing the authorship of one guitar to one of the employees in a workshop would be equivalent to say that the Pórtico de la Gloria was not the work of the master Mateo, but of one of the collaborators that worked with him; or that the Sagrada Familia was not really created by Gaudi, but by one of his employees. The master does the project, directs its development, supervises the process and in the end he signs it, if something goes wrong in the construction the responsibility rests with him, the same happens with the glory if the work deserves it.

Maybe the example of the Renaissance artists I am referring to is largely parallel to the way artisan guitar workshops work. Because in the master’s studio his assistants worked, they had learned in his school and they helped him to carry out his work, which was always supervised by him, always projected by him, with his techniques, his sense of color, of light, using his materials, his pigments, his formulae… No one doubts the validity, the legitimacy of the master’s signature on his work, as it was the case with El Greco; due to the high volume of orders he received, an important number of his works was made in his workshop by helpers that, under his management, would follow his drafts.
Manuel Ramírez also had a high number of orders, so in his workshop he also worked with helpers. He was also the luthier of the Real Conservatorio of Madrid and that probably implied a large quantity of extra work. Whatever the case, he followed the same school as his brother and master José, he had several officials and apprentices, his descendants also follow this tradition, my father, José Ramírez lll was the one who had the higher number of assistants to respond to the high demands for his guitars.
I often receive mails asking for information about the officials of my father, José Ramírez lll. Their initials – later replaced by numbers – are stamped inside his guitars. I recognize that there is a touch of romanticism in the pride of possessing a guitar with the exact initials that connect it with instruments that were played by Andrés Segovia, maybe thinking that being the same official the guitar has to sound the same way too, but this is a mistake.

According to our tradition, we build our guitars in turns of four. Because in many of our operations, when the fourth guitar is done with the glue, the first is already dry, although there are gluing operations, such as the ones for the borders, which need to rest for one day. But this is the way we work. The truth is that even being the four guitars built by the same official, using the same materials (even the wood from the same tree), each guitar is different. All of them have our same characteristic ring, but all of them have different nuances whether in the power or the color. And sometimes it happens that one of them stands out among its sisters. Nobody knows why. But it is so.

It is important to take into account that we admit employees to work in our workshop because of their skills and manual dexterity, the same as it was done in the workshop of my ancestors. They start as apprentices, and they reach the second official category and after that first official, after going through some exams that demonstrate that they are at the level required to reach this grade. They are proud to pass these tests, as a result of their interest and effort learning the job in our workshop, and this is the way they enter our particular history. And this is part of the way traditional artisan workshops work. So I am not trying to detract their work in any way, I want to make it clear that they are carrying out the work of their master, not their own. In fact, in the same way that Manuel Ramírez congratulated his helpers after Segovia’s concert in the Ateneo, every time one of our guitars is praised I communicate it to my collaborators so that they can fell proud of their job.

Indeed, when any of these officials leaves our workshop to establish by himself, then, he is the one to develop his own stencils, his designs and he is responsible for his work, and if he is ever responsible of apprentices and officials, they will help him to carry out his job the same as he did with his master and patron.

There are also situations where some guitar makers meet in the same venue, but in a way that each of them is independent, with their own work, stencils, designs, etc. so it is entirely legitimate for each of them to sign their own guitars since there is not one patron, but a kind of association to share the same place and without interferences among them.

Not long ago I lent a guitar made by me in the year 1997 to a friend guitarist, we were repairing his guitar and he had committed to give some concerts and he had to take a recording and he did not want to use any other instrument different from a Ramírez. At the same time we did not have any other guitar to provide him as a temporary replacement; I lent him mine, the one I usually kept in our collection. It is a classic guitar made with Indian rosewood at the sides and back and with a spruce top. The truth is that the concert guitarist was really excited with the sound of my guitar, its gentleness, its warmth, its balance, and he said that it was the best guitar he had ever played and that it reminded him the ones Andrés Segovia played. Of course I feel flattered that a guitar made with my own hands is so much praised; but I also know that I only should be given credit for constructing it right, because the quality of its sound is only due to the knowledge transmitted by my masters: my father and my brother (this year my brother was the master, the patron as my father had died); and also to the fate of musicality, its woods, and I always owe it to the mysterious part that comes from some place we don’t know to make the guitar acquire an special magic. One of the sisters of this guitar, that had also a beautiful sound, had a wolf note and its owner was patiently working until he could make it disappear. The truth is that it was born with it. I don’t know the way that guitar continued to develop, but certainly it was really different from its sister. It is also true that having been constructed by Ramírez hands adds significant value, I don’t deny it, and that is supported by the recognition of the work accomplished by the person that someday will manage the workshop. When I constructed my first guitars, all of them flamenco guitars, my father, the master at that moment, kept two of them, one for my mother and the other for the collection; he sold the rest, and told me that a guitar maker could not be considered as such until he didn’t sell his first guitar. And if it was sold, it was because someone had liked it enough to buy it. And all of them, except the ones he kept, were signed by him, my father, my master and my patron.

Nowadays, my officials and apprentices carry out their work in the light of an experience transmitted over the years since the times of my great-grandfather; with all the innovations and changes that have been carried out over time. And they also apply my investigations, modifications and designs, following my instructions. This is my contribution to this living institution that our firm is. I supervise the work and sign the labels thus assuming all the responsibility on the perfection of the construction of my guitars. It has always been done this way.

Manuel Ramírez was a great guitar maker, recognized internationally as such, and no doubt he was a demanding master that made his disciples learn the excellence of well done things bringing out their best. That is how his workshop produced great guitar makers with a well-deserved reputation when they established themselves on their own account. But while they were working in Manuel’s workshop the product of their job was the work of their master and patron. In fact only one of them wanted to attribute authorship of one of the guitars coming from Manuel’s workshop, and probably because this guitar belonged nothing less than to Andres Segovia. I wonder how Manuel would feel if he knew that the one he referred to in such a significant way as his most regular collaborator, wanted to erase his merit replacing the label that endorsed his work. Probably, because of the powerful and explosive personality that I know Manuel had, nobody would even dare to suggest such a thing when he was alive. And I also wonder how he would feel if he knew that his guitar is nowadays in the Metropolitan Museum of New York; with specific instructions that it must not be played at all. Andrés Segovia corresponded by far the generous gesture Manuel Ramírez had, taking it around the world, as the luthier said and making it fertile, and following his words, he paid it with no money and he paid it quite well.

Manuel would also be delighted to know that his guitar served as a model for Hermann Hauser to construct the guitar that later substituted his in the hands of Segovia. My father, Ramírez lll, refers to this instrument in his book, nowadays it is also in the Metropolitan Museum of New York with Manuel’s guitar and with exactly the same instructions that nobody can play it. And he tells it this way: “Via Dr. Rubio I managed to get an interview with Segovia, and there I went, with my last guitar which I was not very confident about, my intention was to know Hauser’s guitar, my father had told me about it because he had heard it some years before and in his opinion, its sound was good but it had ‘German accent’. I know the history of this instrument and I know that Hauser, a prestigious German luthier, had showed him the guitar in the late 20’s or the beginning of the 30’s and the master did not like the sound aspect, but he did like how well it was done and for that reason he encouraged him to continue working to refine the sound. It was then when Hauser asked Segovia to let him study Manuel Ramírez’s guitar, and he gladly accepted. For hours Hauser took all kind of measures and notes about this instrument, and the following years, every time Segovia would go to Germany, which I believe it was every year, he showed him a new guitar that was becoming closer to the excel the one my uncle Manuel did, until finally, around 1930 and 1937, he provided the master with the instrument he used for more than 25 years of his artistic life. Segovia himself told me that when he tried this guitar he was shocked by its sound. Then he made use of the help of his second wife, she was travelling with him and being an excellent piano player, possessed and extraordinary ear, so with the maximum distance that the hotel room allowed them, she gave him her opinion, that was completely favorable, and that made him give the concert he had the following day with the new instrument and he continued using it for many years”(8).

We are indeed deeply honored that Segovia has begun and ended his career playing Ramírez guitars. According to his words “I’ve only had three guitars, equivalent to the number of my marriages, which have remained longer active during my life. Old Ramírez’s one in 1913, Herman Hauser’s in 1937 and now the one by Ignacio Fleta. I’ve flirted with several different guitars constructed by Ramírez, and as an ironic English writer said, the difference between a whim and an eternal passion is that the whim usually lasts longer… that means that in the guitars of the present Ramírez I have pleasantly found permanent qualities”. And López Poveda concludes by saying that “Andrés Segovia considered that Herman Hauser, Ignacio Fleta and José Ramírez were the best luthiers in the world” (6).



NOTES:
Notes 1, 2, 3, 4 and 6 belong to the book Andrés Segovia: Vida y Obra, written by Alberto López Poveda, the maximum authority about Segovia, he created the Andrés Segovia Foundation in Linares, and he was his loyal friend, disinterested guardian of the artist’s memory.
Note 5 belongs to the book Tras la Huella de Segovia by J. A. Pérez Bustamante de Monasterio.
Notes 7 and 9 belong to the book Things About the Guitar by José Ramírez lll.

We thank the Metropolitan Museum of Art of New York for sending us the photos of the instrument of Manuel Ramírez.





Images from the MET

Photo of Santos Hernandez´s label on the repair of his master
 Manuel Ramírez´s guitar", in which he wrote that it was repaired by him.


Segovia´s audios speaking about the Manuel Ramírez Guitar




Vignette of Summers about the history of Andrés Segovia and Manuel Ramírez





EXPOSICIÓN: LA FAMILIA RAMIREZ (1882-2015): CRISOL DE LA ESCUELA DE GUITARREROS DE MADRID




Es para nosotros un placer informarles de la exposición "La Familia Ramírez (1882-2015): CRISOL DE LA ESCUELA DE GUITARREROS DE MADRID" en el Museo de la Guitarra Antonio de Torres (Almería), comisionada por el investigador y constructor de instrumentos Carlos González. La muestra se desarrollará entre el 8 de mayo y el 15 de octubre del 2015, y en ella se expondrán algunas de las guitarras de nuestra colección, así como documentos, fotografías, catálogos y material audiovisual.

Más adelante les facilitaremos los datos de la inauguración que tendrá lugar el día 7 de mayo en dicho museo.



It is our pleasure to inform you about the exhibition "La Familia Ramirez (1882-2015): Madrid School of guitarmakers" at the Museum of Guitar Antonio de Torres (Almería).  The curator of the exhibition is the reacher and instrument maker Carlos González. The exhibition will be between May 8th  and October 15 th of 2015. There will be displayed some of the guitars of our collection, as well as documents, images, brochures and videos.

As soon as possible we will  inform you about the opening on May 7th  at the museum.




NUEVA EDICIÓN AMPLIADA DE "EN TORNO A LA GUITARRA" EN ESPAÑOL



Edición sólo en español por el momento. Prólogo de José Luis Rodrigo y de Víctor Monge "Serranito". Carta de Amalia Ramírez a su padre (José Ramírez III) y nuevas fotografías.



Sólo unas líneas en homenaje a mi padre, José Ramírez III, y a este libro en el que
intentó resumir su larga y rica experiencia en torno a la guitarra, por la que profesó un
amor que, aunque no llegó a rivalizar con el que sintió por mi madre, hay que admitir
que estuvo siempre muy cerca.

Este libro fue escrito en términos de tertulia y con el lenguaje cercano y coloquial que
le caracterizaba, siendo un gran conversador, ameno, interesante y a la vez lleno de
curiosidad acerca de lo que pudiera también recibir de su interlocutor, a quien jamás
desestimaba.

Espero y deseo que sus lectores, ya sean aficionados, profesionales, estudiantes,
guitarreros, o curiosos librepensadores, disfruten de él como probablemente hubieran
disfrutado en una charla amistosa con su autor. Y así les dejo, con este testimonio sobre
un instrumento siempre inacabado, poseedor de una larga historia pasada, y con una
-espero-larga historia también por hacerse y cuyo desarrollo queda en nuestras manos,
y en el amor que pongamos en ello los que seguimos por este viejo y bello sendero.


AMALIA RAMÍREZ GARCÍA

FORO INTERNACIONAL LUTHERÍA DE PARAGUAY



VIAJE AL PARAGUAY

En el mes de septiembre de 2014 me encontré con una agradable sorpresa en mi buzón de entrada: un email de Luz Borja invitándome al 1er Foro Internacional de la Guitarra en Paraguay, la tierra natal de Mangoré. Así que en el mes de noviembre de 2014 aterricé en Asunción en un día de lluvia torrencial que, para mi fortuna, había provocado un sensible descenso de las temperaturas que, sólo hasta el día anterior, habían alcanzado casi 50º centígrados. A mi llegada la temperatura rondaba los 30º. Luz Borja, la organizadora del Foro, me recogió en el aeropuerto y me llevó al Gran Hotel del Paraguay, un precioso edificio de estilo colonial donde fui alojada, como huésped del Cabildo a instancias de su directora, Margarita Morselli. Fue un viaje maravilloso, en que estuve acompañada siempre de gente encantadora, ahora mis nuevos amigos, Luz, Edgar, Arnaldo y Gustavo.
El primer día Luz me llevó a la Casa de la Música, en cuya entrada la guitarra construida por mi bisabuelo, José Ramírez I, que perteneció a Agustín Barrios Mangoré, recibe a los visitantes desde una urna que ocupa un lugar preferente. Esta guitarra legendaria cayó a un río en Uruguay, de donde la rescataron, y Mangoré siguió tocándola después a pesar del accidente.  Y fue recientemente recuperada por Margarita Morselli para el patrimonio de la nación paraguaya, quien tras largas negociaciones logró comprársela a un coleccionista estadounidense. Allí conocí también a Daiana Ferreira da Costa, que me paseó por la ciudad, manteniéndome despierta para que no sucumbiera al jet-lag.
En los días siguientes tuve un programa muy apretado de ruedas de prensa, entrevistas, comidas con diversas autoridades del gobierno, y otras actividades previas al Foro. Y tuve también el placer de ir a visitar a algunos luthiers paraguayos con quienes estuve hablando de temas de construcción e intercambiando conocimientos y experiencias. Justo cuando estábamos sentados con Aníbal Borja, el padre de Luz, a la entrada de su taller, vimos algo extraordinario que al día siguiente salió en la prensa. Estaba atardeciendo, pero aún a plena luz del día, vimos caer una especia de estrella fugaz que se partió en dos, y todos aprovechamos para pedir un deseo (el mío, por cierto, se está cumpliendo, y espero que el de mis compañeros de experiencia también esté haciéndose realidad).
También tuve el placer de conocer a un colega guitarrero, Ricardo Louzao, y al guitarrista Pablo Uccelli, que vinieron de Argentina para participar en el Foro.
La apertura del evento se llevó a cabo por el Dr. Blas Llano: Presidente del Congreso de la Naciòn Paraguaya.
el Dr. Fernando Silva Facceti: Senador de la Nación paraguaya; Mabel Causarano, Ministra de la Secretaría Nacional de la Cultura;
Vladimir Velázquez Moreira, Director General de Gabinete de Secretaría Nacional de la Cultura;
Margarita Morselli: Directora del Cabildo;
Leo Rubín, Productor de la Película MANGORÉ;
Luz María Bobadilla: Guitarrista clásica integrante del consejo de FONDEC fondo de Cultura.
Ricardo Louzao dio una interesante charla sobre construcción de guitarras. Leo Rubín presentó le película MANGORÉ, y fue un acto emocionante, dado que Agustín Barrios, Mangoré, es una figura de gran importancia en Paraguay, su país natal, así como lo es en el mundo de la guitarra a nivel internacional. Yo hablé sobre la familia de guitarreros Ramírez y presenté los videos de La Reina y de la construcción artesanal de un mosaico.
Entre el público, que fue abundante, había muchos compañeros de profesión, muchos de ellos vinieron de diferentes puntos del país , aunque al finalizar el evento apenas pude atender, como me hubiera gustado, a todos los que se me acercaron para hablar conmigo. Esto fue lo que más sentí, ya que me hubiera encantado poder haber tenido tiempo para intercambiar conocimientos con mis colegas paraguayos.
Fue un viaje del que disfruté hasta el último minuto. Y una de las partes más entretenidas e interesantes fue el viaje al interior que Ricardo, Pablo y yo hicimos teniendo de anfitriona y guía a Berta Rojas, una mujer enamorada de su tierra y comprometida con su gente. Lo cierto es que, en cada sitio al que íbamos, la gente se acercaba a ella a saludarla, dado que Berta es una artista muy querida y admirada.
Y por la noche, en casa de Berta, y en compañía de su encantadora perrita Aki, Ricardo y Pablo hicieron un asado argentino en el jardín, con la deferencia de hacer algunas verduras riquísimas a la parrilla sobre las brasas para mí. Terminamos escuchando música hasta tarde y después regresamos a nuestros respectivos hoteles tras un día feliz.
Yo me había llevado una guitarra Conservatorio para presentarla en mi conferencia y, al tratarse de un nuevo y revolucionario modelo, quería conocer la opinión de los guitarristas que tan amablemente la estuvieron tocando, y las opiniones recogidas fueron muy buenas. Me quedé muy impresionada al escuchar tocar al joven guitarrista paraguayo José Carlos Cabrera, quien nos hizo disfrutar con un breve concierto, y que se quedó encantado con el instrumento, el cual finalmente se quedó en el Cabildo, con objeto de poder utilizarlo en los conciertos de guitarra que se celebren allí.
Y al aeropuerto me acompañaron mis amigos, que estuvieron conmigo a lo largo de prácticamente toda mi estancia. Así que me fui con el corazón lleno de un país de música y arte, donde un gran artista como Agustín Barrios es un héroe nacional,  por todos conocido, y donde me acogieron con cariño y generosidad.