VIAJE A ISRAEL (7 AL 12 JUNIO 2012)
Un buen amigo de esta casa, Carlos, un
excelente guitarrista, había organizado un viaje a Israel para “the German
Friends of the Israeli Opera”, un grupo encantador de alemanes y otros amantes
de la ópera, con el propósito de asistir a la representación de Carmen en el
desierto israelí a los pies de Masada.
A pesar de ser la única española en un
grupo de alemanes, en todo momento me sentí integrada, acogida con simpatía por todos ellos.
Fue un inolvidable viaje de 5 días en el
que no faltaron anécdotas divertidas, como sucedió en una visita que hicimos a
una tienda de beduinos en el desierto de Judea. Después de comer, mientras
tocaban la guitarra y cantaban, un joven se me acercó y me contó que era
guitarrista y, al enterarse de que yo hacía guitarras en España, ya cuando nos
despedíamos me pidió una tarjeta por si algún día visitaba España. Así que le
di mi tarjeta y, asombrado, me preguntó si yo trabajaba en Guitarras Ramírez, a
lo que yo –también asombrada de que alguien en el desierto israelí conociera
mis guitarras- respondí que en realidad yo era Ramírez, lo que al parecer le
dejó sin palabras. Sinceramente, yo tampoco sabía qué más podía decir, así que
me despedí y me fui con el grupo que me estaba esperando.
La noche del 8 de Junio asistimos a un
concierto de Idan Raichel, en Masada, francamente impresionante, con unos
músicos maravillosos. Conté en total 22 músicos en escena, además de los
invitados que actuaron ocasionalmente. Y
con la meseta de Masada de telón de fondo, jugaban con la iluminación y la
complicidad de la noche, haciéndola desaparecer a ratos, y a ratos haciéndola resurgir de las sombras
con luces de colores.
Y la noche siguiente fuimos a la encantadora
y glamorosa representación de Carmen, junto con un público de 7.500 personas, y también
acompañada por mi distribuidor en Israel Marcelo Raij. Creo que había
unas 200 personas en el escenario, el cual estaba decorado aprovechando las
formaciones naturales del propio desierto. No hay palabras para describir algo
que sólo estando presente uno puede llegar a concebir. Y la calidad de los
artistas, una vez más, me entusiasmó.
Terminada la función –sería la 1:30 de
la noche- un grupo de 40 invitados VIP subimos al funicular. Apagaron las luces
en su interior y en total silencio, sólo iluminados por una luna menguante,
fuimos ascendiendo a lo largo de la ladera de la montaña hasta alcanzar la
entrada a las ruinas de la fortaleza de Masada. Caminamos entre las ruinas
hasta llegar a una explanada donde, un
foco de intensa luz blanca, alumbraba una mesa, que emergía de la absoluta
oscuridad circundante, llena de comida -principalmente fruta- y vinos exquisitos, que acogimos con mucha
alegría, ya que a esas horas un tentempié era muy bienvenido. Y a continuación,
nuestros anfitriones –la directora de la Opera Israelí y el director de escena
del Festival de Masada nos guiaron hasta la vieja sinagoga. Nos sentamos en los
escaños alrededor de los muros, rodeados de antorchas y velas, y ahí, bajo las
estrellas, que casi podíamos tocar con las manos, Carlos tocó, en su guitarra Ramírez de doble tapa, varias composiciones de Bach, Beethoven, Mozart
y canciones tradicionales del folclore israelita durante una media hora, a un
público que estaba tan hechizado como él
por la magia que inundaba aquél espacio, todos agradecidos por el privilegio de
que nos hubieran permitido disfrutar de ese evento en un lugar histórico,
místico y mágico como aquél.
Después nos retiramos, descendimos de
nuevo en silencio en el funicular, aún a oscuras, y regresamos al hotel con esa
maravillosa experiencia guardada para siempre como un preciado recuerdo en el
corazón.
El domingo fuimos a Jerusalén. Marcelo Raij, mi
distribuidor, me recogió en el hotel y me llevó al conservatorio para asistir a
una audición de jóvenes estudiantes de instrumentos de cuerda, alumnos de Irit
Even Tov, una excelente profesora que sabe enseñar a sus alumnos y sacar lo
mejor de ellos. El nivel que allí tuve el placer de comprobar por mí misma era
realmente alto, sobre todo teniendo en cuenta la corta edad de los intérpretes.
Y sobre todo me quedé muy impresionada con dos de ellos: Eylon Amir y Daniel
Raij que, si la justicia existe -como soy optimista pienso que sí existe- estoy persuadida de que llegarán a ser
reconocidos mundialmente, porque se lo merecen.
Fue un viaje impregnado de buena música,
la cual, ya lo sabemos, nos hace conectar con lo mejor de nosotros mismos, sana
el alma y nos ayuda a traer la armonía a nuestra vida, aunque sea por un
momento. Y en eso estábamos todos los que de un modo u otro participamos en ese
espacio suspendido en el tiempo que ha sido, al menos para mí, ese viaje.
Amalia Ramírez
TRIP TO ISRAEL
A good friend of Casa Ramírez, Carlos, an excellent guitarist, had organized a trip to Israel with the German Friends of the Israeli Opera, a charming group ofGerman and other opera lovers , in order to attend the performance of Carmen in the Israeli desert at the feet of Masada.
Despite being the only Spanish in a group of mostly Germans, at all times I felt integrated, received with sympathy by all of them.
It was an unforgettable 5 days trip in which did not lack amusing anecdotes, as it happened during our visit to a Bedouin tent in the Judean Desert. After lunch, while playing the guitar and singing, a young man approached me and told me that he was a guitar player and, when he knew that I made guitars in Spain, when we were saying goodbye, he asked me to give him my card in case that one day he would visit Spain. Then I gave him my card and, visibly stunned, he asked me if I was working in Ramírez Guitars Workshops , and I told him –also amazed to see that someone in the Isreali Desert knew my guitars‐ that I was actually Ramírez, which apparently left him speechless. Honestly, I did not know either what else could I say, so I left and went with the group that was waiting for me.
On the evening of June 8 we attended a concert by the Israeli Pop ‐topstar Idan Raichel on the huge Masada‐stage, frankly impressive, with wonderful musicians. I counted a total of 22 musicians on stage, in addition to the guests who occasionally sang. And with the mountain of Masada as a backdrop, they played with the lighting and the complicity of the night, making it disappear sometimes, and sometimes making it emerge from the shadows with colored lights.
And the next evening we went to the ravishing and glamorous performance of Carmen together with 7.500 guests and also accompanied by my distributor in Israel Marcelo Raij. I think there were permanently about 200 people on stage, which was decorated using the natural formations of the desert itself. There are no words to describe something that only being there one can conceive. And once again, I really loved the highest quality of the artists. And always with the overwhelming presence of Masada in the background.
After the show –it would be 1:30 in the night ‐ only 40 invited VIP‐ guests boarded the cable train. They turned off the lights inside and silently, only lit by awaning moon, we were ascending along the hillside until we reached the entrance to the ruins of the castle of Masada, destroyed by the Romans after a four years long siege and desperate battles of 700 Jewish Zelotes, fighting for freedom , independence and humanity, versus 15.000 Roman soldiers. We walked through the ruins until we reached an esplanade, where a focus of intense white light, illuminated a table that emerged from the surrounding darkness, full of food, mainly fruit, and exquisite wines, which we welcomed with great joy, because a snack was very welcome at that time. And then our hosts, the director of the Israeli Opera, and the chief stage manager of the Masada Festival, led us to the old synagogue. We sat surrounded by torches,candles and lanterns in the seats around the walls, and there, under the stars that we could almost touch with our hands, our friend Carlos played his double top Ramirez ‐guitar with compositions by Bach, Beethoven, Mozart and traditional folk songs from Israel for half an hour to an audience that was so bewitched as he was by the magic that filled that space, all grateful for the privilege of having been allowed to enjoy this event in an unique historic, mystic and magic location. After that we left, we went down again in silence on the cable train, still in darkness, and returned to the hotel with that wonderful experience as a cherished memory kept in our hearts forever.
On Sunday we went to Jerusalem. Marcelo Raij, my dealer, came to pick me up at the hotel and took me to the conservatory to attend an audition of young students of stringed instruments, pupils of Irit Even Tov, an excellent professor who knows how to teach her students and how to make them express the best from themselves. The level that there I had the pleasure to see for myself was really high, especially considering the short age of the performers. And above all I was very impressed with two of them: Amir Eylon and DanielRaij which, if justice exists ‐as I am optimistic I believe that there is‐ I am convinced that they both will be recognized worldwide, because they deserve it.
It was a trip immersed in good music, which, as we know, makes us connect with the best of ourselves, heals the soul and helps us to bring harmony to our lives, even if it is only for a moment. And all of us who were involved in it enjoyed these few days, in that space suspended in time that has been, at least for me, t
his wonderful , unforgettable trip.
ÓPERA CÁRMEN
his wonderful , unforgettable trip.
Amalia Ramírez
Vista desde Massada
ÓPERA CÁRMEN
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