The Metropolitan Museum of Art
1000 Fifth Avenue
New York, New York 10028-0198
Phone: 212-535-7710 (TTY: 212-650-2921)
Sinceramente, no pensé en visitar el Metropolitan Art Museum de Nueva York cuando preparé el viaje de ecuador con mis amigos de la facultad de derecho. No recuerdo bien si fue en el taller a colación de alguna conversación, o en casa pero, cuando estaba planeando mi viaje, se me pasó por la cabeza ir a visitar la guitarra que mi tio tatarabuelo regaló a Andrés Segovia. Se lo comenté a mi tía Amalia y , enérgica como es ella, no tardó en ponerse en contacto con los responsables del Museo, a quienes, años antes, había tenido la oportunidad de conocer en este mismo lugar, cuando fue a tomar las medidas para hacer la plantilla de la reproducción de la guitarra de Manuel Ramírez que se encuentra en nuestro catálogo.
La casualidad nos habló de que el museo había estado cerrado durante un año por reformas y justo, cuando decidí con mi hermano Javier que queríamos visitarlo, se dio la coincidencia de que fue el día de presentación oficial a la prensa. Esto es mucha suerte. Pueden imaginar por un momento el placer de visitar un museo como el Metropolitan en absoluta soledad. Introducirse por aquellas salas llenas joyas musicales tan sólo expuestas, por un día, un único día, sólo para nuestros ojos. El olor, la luz, el ambiente casi sacro, la musicalidad del silencio, tan sólo interrumpido por el ruido de la ventilación y de la iluminación ,hacen que las estancias te envuelvan en la magia que lleva el arte de hacer un instrumento. Un lugar lleno de espectros de una tendencia ,o de un amarre innato, de la música a los hombres.
Allí estaba. Exactamente igual que cuando la cedió Andrés Segovia. Con las mismas heridas que no supo reparar el guitarrero al que se la llevó para que la curara. Heridas que tenía que asumir como parte de su personalidad por contrato. Nos comentó el responsable del museo que, tanto la guitarra de Manuel Ramírez, como la de Hauser, ambas pertenecientes al maestro Segovia, estaban sometidas a una orden estricta: “no pueden ser tocadas bajo ningún concepto”. Por ello, la guitarra que a Segovia se le rompió cuando caminaba por Jacinto Benavente, no ha podido ser reparada.
Y de pronto tuvimos que interrumpir la visita. La prensa ya había llenado la sala en la que se iba a desarrollar la inauguración. Nada fuera de lo común, supongo, en estos actos. Discursos, aplausos y algo que ofrecer para celebrar el evento. Pero el regalo fue precioso. Cuando oí el sonido rico de aquellos Stradivarius y del pianoforte de Bartolomeo Cristofori, tuve la certeza de ser un hombre con suerte. Suerte de haber llegado en el momento exacto, y suerte de recibir el trato cálido y amable de los responsables del museo.
La anécdota de Manuel Ramírez y la guitarra de Segovia juega a equilibrios entre la verdad y el mito, no porque Ramírez no le regalara la guitarra, sino por la relación de esa guitarra con Manjón. Recordemos que la leyenda cuenta que fue un encargo para él pero que, al ponerle continuas pegas a la misma , harto, acabó dándosela al maestro Segovia, que fue a la tienda a preguntar si alquilaban guitarras. Tampoco conocemos lo que realmente ocurrió ya que José y Manuel se dejaron de hablar sin lograr reconciliarse en vida, y la línea del hermano menor, Manuel, se extinguió con él.
Mi hermano Javier y yo regresamos con el placer de haber visto el objeto que habla de una de la historias que más hemos escuchado en la boca de quien admira o quien critica a Segovia.
Enrique Ramírez
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