Es la verdad. Pese a quien pese. Ha sido el primer festival de guitarra española en Madrid. Sí, por supuesto, existen y hubo otros, pero no abarcan más que una disciplina o estética de la guitarra que se hace por aquí. Y en este caso, las pretensiones de los que hicimos lo que sucedió en el Molino del Manto partieron de ir más allá de la clásica, la flamenca, la jazzera o cualquiera de los estilos que se hacen con el modelo de guitarra, de instrumento, al que consideramos tan español. Aquí procuramos que no haya exclusivas.
Escasas horas antes de escribir esto me lo dijo el gran Rafael Aguirre detrás de un café: “tengo muy claro que, o sé tocar clásico y flamenco, o no puedo considerarme guitarrista que sepa de música española”. El que quiera (y pueda) que se lo apunte.
Por supuesto abarcarlo todo es difícil, pero se nos antoja mucho más hablar de guitarra a secas y que no se le quede a uno cara de mentiroso cuando sólo mete en el saco un estilo. Por ahí no se crean más que guetos. No hablo de tocar, hablo de difundir.
Iñigo Osset, aficionado a la guitarra, abogado y empresario. Una vida de película a gran velocidad que se cruzó con la mía cuando presenté el primer volumen de mi libro “Contra las Cuerdas”. Fue en el Corral de la Morería. Desde entonces ningún día hemos perdido el contacto y tres meses antes de las Jornadas ya estaba todo prácticamente perfilado. Busquen los datos y echen cuentas. O mucha prisa nos hemos dado o quizá lo que hay que tener para programar guitarra y que al final la gente quiera repetir son las ideas muy claras y un sponsor con un par para dejar claro que este instrumento puede y debe.
Doscientas personas como primeros testigos del milagro y primeros encargados de difundir lo que se hizo en el Molino del Manto. Apunten: viaje de ida y vuelta gratis, exposición fotográfica, tres conciertos, aperitivos y degustaciones, corrillos, contactos, protagonistas de la guitarra, algún famoso… y la guitarra como excusa; pero también como modelo de vida, como expresión, como seña de un pueblo y como elemento que marca las diferencias. La guitarra distingue. Pues claro.
Algún día tocará escribir la letra pequeña, las anécdotas y los percances de unas pocas horas de guitarra en la vega del Tajuña. De momento por ahora lo prioritario es contar lo que no es más que el comienzo de algo innovador, arriesgado pero lleno de amor a una de las artes más nuestras y también más desconocidas en España. Qué pena. Ya era hora de que a la gente se le enseñara el camino. Es la hora de la guitarra española.
Escasas horas antes de escribir esto me lo dijo el gran Rafael Aguirre detrás de un café: “tengo muy claro que, o sé tocar clásico y flamenco, o no puedo considerarme guitarrista que sepa de música española”. El que quiera (y pueda) que se lo apunte.
Por supuesto abarcarlo todo es difícil, pero se nos antoja mucho más hablar de guitarra a secas y que no se le quede a uno cara de mentiroso cuando sólo mete en el saco un estilo. Por ahí no se crean más que guetos. No hablo de tocar, hablo de difundir.
Iñigo Osset, aficionado a la guitarra, abogado y empresario. Una vida de película a gran velocidad que se cruzó con la mía cuando presenté el primer volumen de mi libro “Contra las Cuerdas”. Fue en el Corral de la Morería. Desde entonces ningún día hemos perdido el contacto y tres meses antes de las Jornadas ya estaba todo prácticamente perfilado. Busquen los datos y echen cuentas. O mucha prisa nos hemos dado o quizá lo que hay que tener para programar guitarra y que al final la gente quiera repetir son las ideas muy claras y un sponsor con un par para dejar claro que este instrumento puede y debe.
Doscientas personas como primeros testigos del milagro y primeros encargados de difundir lo que se hizo en el Molino del Manto. Apunten: viaje de ida y vuelta gratis, exposición fotográfica, tres conciertos, aperitivos y degustaciones, corrillos, contactos, protagonistas de la guitarra, algún famoso… y la guitarra como excusa; pero también como modelo de vida, como expresión, como seña de un pueblo y como elemento que marca las diferencias. La guitarra distingue. Pues claro.
Algún día tocará escribir la letra pequeña, las anécdotas y los percances de unas pocas horas de guitarra en la vega del Tajuña. De momento por ahora lo prioritario es contar lo que no es más que el comienzo de algo innovador, arriesgado pero lleno de amor a una de las artes más nuestras y también más desconocidas en España. Qué pena. Ya era hora de que a la gente se le enseñara el camino. Es la hora de la guitarra española.
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