Lo cierto es que la guitarra áurea fue
siempre una asignatura pendiente para mi padre, como solía contarnos a mi
hermano y a mí, y aunque de cuando en cuando solía referirse a ella, nunca
retomó ese camino, al menos aparentemente.
No obstante, debo decir que mi padre tenía
una personalidad compleja, rica y algo proclive al misterio, y aunque le
gustaba hablarnos a mi hermano y a mí de sus experimentos y del por qué de
algunas de las cosas que había hecho o que planeaba hacer, a veces pienso que
le gustaba mantener un rinconcito secreto donde guardaba información que nunca
nos transmitió, y que de forma accidental, en algunas ocasiones, he ido
descubriendo para mi sorpresa. Una de esas cosas es que la plantilla de la
guitarra Tradicional, desarrollada por él, está compuesta por numerosas
proporciones áureas repartidas en la totalidad del instrumento, en sus curvas y
en sus rectas, ocultas dentro y fuera de ellas, presente en la separación entre
puntos clave y en el por qué de las distancias.
Pero este descubrimiento me vino dado a
partir de ponerme yo misma a hacer mi propio experimento áureo. Pensando en la
guitarra rectangular que resultó de su primera experiencia, llegué a la
conclusión de que mi padre había sido excesivamente literal en la aplicación de
la sección áurea, demasiado puro. Así que hice mi propio diseño y construí mi
guitarra áurea, centrándome más en las curvas que en las rectas. El resultado
fue una guitarra con una caja muy, pero que muy larga. En cierto modo parecida
a las guitarras del siglo XIX, sólo que más grande, pero a diferencia de éstas,
no es en absoluto ergonómica. En honor a la verdad, no es nada fácil tocarla,
porque uno no sabe exactamente cómo ponérsela y hacerse con ella, y cuando lo
consigue, me temo que no es por mucho tiempo. Su forma exige una posición
bastante indecorosa e indudablemente incómoda. Pero su sonido es encantador,
dulce y equilibrado.
Conservo esta guitarra en mi tienda,
porque me gusta, y porque es mi primer paso en un camino que, aunque por ahora
suspendido, tengo intención de retomar. En esta ocasión usando el criterio de
algunos constructores de catedrales e iglesias que empleaban la proporción
áurea en zonas, en partes independientes, pero al mismo tiempo respetando su
relación con el resto. Porque es la
proporción perfecta del universo, la proporción del ser humano, la divina
proporción, y porque es un número irracional que continúa hasta el infinito si
formar nunca un patrón repetido. ¿Qué mejor para construir un instrumento tan
encantador, multifacético, misterioso e impredecible como es la guitarra? Es un
reto muy tentador.
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